Por Ricardo Bustos
Las crisis de identidad suelen darse a cierta edad del ser humano, especialmente cuando la adolescencia se hace débil en nuestros actos cotidianos. Cuando trasladamos estas motivaciones a la política criolla, bien podemos aceptar la similitud del joven y sus carencias, lógicas y aceptadas, pero vayamos al caso reciente de las agrupaciones que acaban de dejar el gobierno bajo el manto protector del llamado Kirchnerismo como son el Frente para la Victoria, La Cámpora, La Kolina, Unidos y Organizados, Nuevo Encuentro y tantos otros nuevos nombres con viejos hombres.
Se produce aquí una cierta dificultad para poder definir a que ideología pertenecen, porque si es Peronismo, nada mas lejos de la realidad ya que son los mismos que el general expulsó de la Plaza de Mayo en la década del 70, si son Nacional y Popular, menos aún porque muchos responden a los regímenes perimidos del Stalinismo o los hermanos Castro que no tuvieron ningún problema en «arreglar» con el demonio del norte (?), por lo tanto de Nacional tienen muy poco, y no podemos asegurar que sean progres, porque atrasan en el reloj de la vida política internacional.
Se dicen defensores de los pobres y los derechos humanos, pero viven como millonarios, haciendo vida de millonarios con los dineros que no les pertenecen, convocan a multitudes de jóvenes que no han estudiado la historia política argentina, por lo tanto, desconocen los orígenes y las actividades que llevaron adelante en el pasado sus líderes actuales.
Estamos en democracia y se habla mucho de “la grieta”, pero deberíamos reconocer que esta se produjo cuando se mezclaron ideologías con sentimientos, lo primero con un relato y lo segundo con el Peronismo, a quien no se puede definir como Partido Político en un país que no estaba preparado para asumir semejante cambio porque recién salíamos de una dictadura militar, es decir que se produjo aquel fenómeno del bote cuando todos iban sentados de un lado y por una ola nos ubicamos todos juntos en el mismo instante del otro lado.
Hemos pasado, sin filtros intermedios que nos hubieran permitido analizar y realizar autocríticas desde todos los sectores que formaron parte de la historia contemporánea, a apurar el fuego del odio y rencor propio en terceros que no habían participado en ninguna de las facciones.
Deberíamos sumar a la ideologización, la tarifa que se impuso por resarcimiento a quienes padecieron los desaguisados de trasnochados jefes de aquellas fuerzas armadas y aclaro de «aquellas», porque resulta que hoy se pone en la misma bolsa a quienes aún no habían nacido por esos tiempos de combates entre fuerzas civiles y militares.
Aquí se impone una profunda autocrítica desde los dos bandos ya que en el medio de esas contiendas, estaban los millones de ciudadanos que no simpatizaban con ninguno de los dos pero quedaron atrapados, en muchos casos sufriendo lo que se conoce como daños colaterales. A nadie escapa que fueron días muy tristes para la Nación y hubo civiles que se arrogaron el derecho de representar al pueblo, algo que estaba muy lejos de la verdad.
Nadie duda que no se justificaba ninguna acción violenta, pero si nos atenemos a la verdadera historia, deberemos aceptar que todo comenzó con un gobierno constitucional como el de María Estela Martínez de Perón, Isabelita para los mas cercanos, mujer que había quedado indefensa tras la muerte de su esposo, el General Perón y estaba siendo dominada por un ex cabo de la Policía federal convertido en el monje negro de la presidencia como fué López Rega, el fundador de la nefasta triple AAA.
Cabe la pregunta …¿que hizo el peronismo en esos días? Muchas son las respuestas que los argentinos nunca recibieron.
La crisis de identidad política hoy pasa por la destrucción de los Partidos Políticos representativos y existe un peligro latente porque es muy difícil juntar el agua con el aceite.
Quizá todo sería diferente si los «Caudillos» de barrio que quedan «boyando» por los pueblos, dieran un paso al costado y permitieran a las nuevas generaciones pensantes asumir la responsabilidad de conducir a un país que pide a gritos producir cambios en la forma de hacer política, impulsando medidas que nos alejen del fantasma del pasado, con la Bandera Argentina como guía y alejándonos definitivamente de todo proyecto que piense en los extremos, generalmente importados de países cuya representatividad se basa en la exportación de ideologías.
Los argentinos no necesitamos ideologías, el futuro debe estar sustentado en «ideas» que se puedan llevar a la práctica por consensos, aún discutiendo los alcances de las propuestas, pero con la certeza de saber que nada volverá a quedar atado con alambres.
Lo primero es lo primero y si bien es cierto nadie discute hoy que hay millones de argentinos bajo la línea de pobreza, sabemos que para cambiar se debe eliminar el peor flagelo que padecemos y es la «corrupción». Eliminando ese karma, se impondrá un orden de prioridades basado en la confianza y seguridad.
«La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa». Albert Einstein (1879-1955) Científico alemán nacionalizado estadounidense.
El autor es: Locutor Nacional-Comunicador.
Capiovi Misiones, Argentina
DNI 7788556